El gato en el laberinto

Õåëüþ Ðåáàíå
 
             Ìîé ðàññêàç "ÊÎÒ Â ËÀÁÈÐÈÍÒÅ"íà èñïàíñêèé ÿçûê ïåðåâ¸ë Èâàí Êëûãèí.
             Íåêîòîðûå áóêâû èñïàíñêîãî ÿçûêà çäåñü îòîáðàæàþòñÿ íåàäåêâàòíî.               
               

EL GATO EN EL LABERINTO

Al tercer d;a comprendi que me he perdido definitivamente, y me he sentado para descansar a la silla en una de estas innumerables e iguales peque;as habitaciones. Es dif;cil confesar su propia tonter;a, pero ya sent;a  pena por haber firmado tan despreocupadamente un contracto que contiene la condici;n de que «el cliente esta dispuesto a pasar en el laberinto tanto tiempo como se quiera». Y, adem;s – «los organizadores de la atracci;n «Laberinto » no llevan responsabilidad por la vida del cliente».
Por otra parte, siempre se coge tal liberaci;n en casos peligrosos. Por ejemplo, cuando saltas al precipicio con un cordon el;stico. Lo s; yo – salte m;s de una vez.
El laberinto era mon;tono. De cada habit;culo conduc;an a partes diferentes tres puertas corredizas. En el rinc;n hab;a una silla de madera, y en el hueco en la pared un botell;n con agua y un paquete con raci;n seca. Las habitaciones eran est;rilmente limpias y – sin techo. Altas paredes lisas. De d;a y en tiempo claro radiaba el sol, por la noche centelleaban las estrellas. Casi una casa, pero sin techo.
Claro que mi posici;n no era tal horrorosa como la de los que se han perdido en cuevas subterr;neas, pero poco tiempo despu;s descubri que en algunas habitaciones la racion ya se acabo. Solamente la envoltura arrugada estaba tirada en el hueco. Significa que all; ya estuve. Las reservas no se completaban.
A la entrada al laberinto me han quitado el reloj y tel;fono m;vil, y ahora llevaba la cuenta del tiempo por el sol, por la de repente acaecida noche. Al principio esto cosquilleaba agradablemente los nervios.
Aun as; se encontraban habitaciones con techo, dormitorios. Era posible pasar la noche all; sobre una cama estrecha, donde esperaba una pila de ropa de cama limpia, una manta y almohada. Los esquinosos pies de hierro de las camas por alguna raz;n estaban atornillados firmemente al suelo. Por qu; lo he comprendido m;s tarde. Por aqui y por all; –tocadores limpios idealmente. Sin ventanas, con espejos grandes y tazas est;rilmente limpias. ;Que servicio! ;Y cu;ntos recursos gastaron los propietarios en la " atracci;n"!
Si tuviera conmigo un bol;grafo y papel, empezar;a a componer un mapa del laberinto. O por lo menos un peguj;n o una cuerda – entonces apuntaria mi ruta.
Me han pedido cambiarme la ropa a la entrada al laberinto. Colgaron la ropa en el armario y me han dado un ch;ndal azul, en el que ahora estaba vagueando en el laberinto.
Por desesperaci;n en un momento este ch;ndal lo he percibido hasta como cierto soplo: se puede salir del laberinto de una manera m;s f;cil – trepar hacia arriba por las paredes. Pero las paredes eran planas, exactamente a tal altura que hasta desde una silla no pod;a llegar hasta el borde superior. He probado poner una silla sobre la otra – esta construcci;n se revolcaba.
La “atracci;n" se ubicaba fuera de ciudad. Durante el camino he pasado el suburbio de la ciudad, ve;a muy cerca los vac;os mostradores del mercado, y muy cerca de la entrada al laberinto hac;a ruido el bosque tenebroso. «A lo lejos la tierra es m;s barata. Por eso han construido su atracci;n aqu;», he pensado aprobativamente entonces.
Primero todo parec;a una broma inofensiva. Paga, y puedes comprobar tu inventiva, supervivencia. No es necesario ir al polo o al desierto, atravesar solo el oc;ano en una naveta fr;gil. Solamente tiene que encontrar la salida del laberinto.
Pero poco tiempo despu;s empezo a pasar algo extra;o con el laberinto. Acerte en una habitaci;n de la que no habia tres, pero dos salidas. Sorprendidamente me fije a la pared. Resulto que la puerta corrediza ha entrado ajustadamente en ella, habiendo formado junto con la pared una superficie sola continua. Y… ya estuve all; – en el hueco estaba solamente la envoltura de la raci;n.
No me gusto lo de que cambian de paso las reglas del juego (;y c;mo se llama esto de otra manera?).
Han pasado m;s d;as, y he tropezado con  un habit;culo en el que hab;a solamente una puerta. De entrada. Un callej;n sin salida. Me han privado de la elecci;n – solamente pod;a regresar atr;s. He llegado aqu; por la tercera vez – desde hace un tiempo he comenzado a dar nota de aquellas habitaciones donde estuve dos veces, con dos trozos de envoltura de la raci;n. Y los dos trozos estaban en el hueco.
Ahora si me senti de verdad mal. Me acorde de como me han preguntado: «;Necesita emociones fuertes? Esto se lo prometemos. Pero no le garantizamos nada m;s». ;Y si de repente alrededor se van a cerrar;n todas las puertas?
Y una cosa mas. Me empezo a perseguir la idea fija de que en el contracto estaba el punto de que «en caso de perecimiento del cliente toda su propiedad se aleja a los propietarios de la atracci;n». Un delirio total. Soy un hombre de negocios y nunca firmar;a tal cosa. Pero por alguna raz;n de vez en cuando adentro me sentia muy frio: ;si, si estaba all; tal punto!
Aproximadamente para el d;cimo d;a de mis vagabundeos lo vi a el. Y, estremecido ante lo inesperado, me hice para atr;s.
Un gato gris, totalmente bienaventurado ha aparecido en el umbral, cuando he entrado en la siguiente habitaci;n sin personalidad y, como si nada, ha tratado de frotarse sobre mis pies. Seguramente no se parecia a una alucinaci;n.
– Gatote, – dije yo, y mi voz despu;s de una larga callada me parecio ajena. ;– Y tu de donde saliste?
El gato levanto su cabeza, me miro en los ojos con confianza y maullo prolongadamente.
Heche un vistazo hacia arriba, all; donde se ve;a un cuadrado del cielo del d;a nublado, y comprendi – ;l vagaba por el borde ancho de la pared, no se pudo sostener y se ha ca;do hacia abajo.
Por lo menos se ha ca;do. Y yo llege aqu; voluntariamente. Por aburrimiento. Mi negocio iba bien, durante el tiempo libre he recorrido todo el mundo y todo ya me ha empalagado mucho. No consegui a hacer una familia, ningun quebradero de cabeza. Y de repente esta publicidad en el peri;dico: «EL LABERINTO. PARA LOS AFICIONADOS DE EMOCIONES FUERTES».
Para los aficionados del desconsuelo agudo, precisar;a ahora.
 – ;Eh, gatote, – dije yo, dandole al gato pan tostado, mojado en agua, – te estoy muy contento! No me abandones.
Al principio el gato se ha negado del pan tostado, pero me segu;a a la siga insistentemente, y para el tiempo de dormir se arrollaba  en m;s pies o se acostaba al pecho y ronroneaba tranquilamente.
El tiempo pasaba, y mi situaci;n se hac;a cada vez m;s lamentable. Era necesario pasar un camino cada vez m;s largo para encontrar un paquete sellado con comida y un botell;n con agua – en todos los huecos estaban tiradas s;lo envolturas arrugadas rotas, y la agua ya fue bebida por mi.
Deje de buscar la salida, buscaba comida.
El gato me segu;a  con estado de ;nimo invariablemente apacible. Y, por fin, se acostumbro a comer los panes tostados.
 «;Quer;as algo extremoso?» me preguntaba antes del sue;o, «;Bueno, ahora lo has recibido?»
Tensionava mi memoria para recordar el texto del contracto. Y una vez, cuando desperte por la ma;ana, recorde el sue;o que tuve a noche: una rubia encantadora arrebata de m;s manos los papeles que leo, y se disuelve en la oscuridad.
;Aqu; esta! Ahora lo recorde claramente de como pasaba la firma del contracto. No termine de leer la ;ltima p;gina. Ante mi mirada mental han surgido solamente los pies esbeltos de la secretaria. La moza en la mini-falda ha entrado en el gabinete del manager justamente cuando comenze a leer la ;ltima p;gina. De hecho empezaba con las palabras «en caso de la muerte del cliente su propiedad se aleja a la firma». No, no me parec;a esto. He firmado, sin haber terminado la lectura para no verme el pedante en los ojos de una mujer hermosa.
Cherchez la femme... Ahora est; claro. Simplemente morir; aqu; de hambre y de sed y yo mismo ser; el culpable. 
En el  mas pr;ximo habit;culo al aire libre me levante a la silla y empeze a gritar muy fuerte: «;Basta! ;Dejenme salir! ;Socorro!»
Mis gritos no han tenido ninguna acci;n. ;Y quien pod;a o;rme?
 ... Esto ha pasado, cuando me quede adormecido sentado en la silla. Ya estuve tres veces en aquel  habit;culo –habia tres copos del papel en el hueco. El gato se ha arrollado en mis rodillas. Senti que algo ha cambiado cuando desperte. ;Es horroroso! – todas las puertas han entrado ajustadamente en las paredes. Estaba en una trampa. Sin comida y agua. 
«;Cesen el juego!» grite en desesperaci;n al espacio sobre mi cabeza. Todav;a tenia una esperanza ingenua de que ahora, habiendo visto mi derrota, me dejaran salir.
... Anochecia. Comenzo a llover a gotas esparcidas. Estaba sentado en la silla, como encadenado. El gato saltaba al suelo o trepaba en m;s rodillas todo de ida y vuelta.
As; pasaron dos o tres dolorosos d;as –se enturbio de sed mi conciencia. Estaba mojado, me resfrie, ten;a fiebre. En el delirio volvia en s; o dorm;a. Me despertaba el gato. ;l se agitaba por el habit;culo y maullaba. Si quisieran prestarme ayuda, ya lo hubieran hecho.
«Ahora est; claro, por qu; el laberinto esta a lo lejos», giraba en m; cabeza. El gato maullaba m;s fuerte y lamentable.
– Estamos acabados, gatote, –pronuncie con voz ronca. – No puedo ayudarte por nada.
Pero hice el esfuerzo para levantarme, quite la chamarra y los pantalones deportivos, los enlaze juntos por la manga y la pernera y trate de lanzar hacia arriba por el borde de la pared el otro fin de la "cuerda" improvisada. Pero la "cuerda" no alcanzaba y hasta si alcanzara, y aunque el gato trepar;a por ;lla, entonces caer;a atr;s bajo su propio peso.
«Se necesitaba una carga. Y era necesario alargar la cuerda». En mi trampa no habia nada ademas de la silla. Pero a m; no me bastar;an fuerzas para lanzar la silla tan alto.
Despu;s de algunos golpes sobre la pared la silla al fin se agrieto, y consigui romper el respaldo junto con una pata. Tambaleando par la debilidad, rompi los pantalones y la chamarra, ate las rayas del material y me resulto una "cuerda" larga, la que he atado al respaldo de la silla.
Echaba hacia arriba por muchas veces este respaldo con la mano derecha, agarrando el fin de la "cuerda" con la izquierda, mientras al fin me di cuenta de atarla a la mano izquierda. Con dos manos lo hice en seguida. El respaldo de la silla ha pasado volando a trav;s del borde superior de la pared y se quedo enhorquetada del reverso. Se tendio fuerte la "cuerda".
– Adi;s, gatote, – le hable al gato con voz ronca, poni;ndolo mas alto a la ajustada bien a la pared "cuerda".
El gato trepo con destreza hacia arriba y en un instante se encontraba al borde de la pared. He ca;do al suelo de hormig;n y perdi la conciencia.
... Arriba, al borde de la pared estaba mi gato. 
Cerca de ;l se ve;a la cabeza de alguien. Alguien dijo:
– ;Y pens;bamos que es al gato quien maulla tan fuerte? Trepamos para sacarlo y ;con que as;!... Es una persona.