Бунюэль. 5. исп
El padre de mi padre era un “labrador rico”, lo cual quiere decir que era dueсo de tres mulas. Tuvo dos hijos. Uno se hizo farmacйutico y el otro – mi padre – se fue de Calanda con cuatro compaсeros para hacer el servicio militar en Cuba, que todavнa pertenecнa a Espaсa.
A su llegada a Cuba, le hicieron rellenar y firmar un formulario. Como, gracias a su maestro, tenнa muy buena letra, lo destinaron a oficinas. Sus compaсeros murieron de malaria.
Cuando terminу el servicio, mi padre decidiу quedarse. Entrу en una empresa en calidad de encargado, mostrбndose activo y formal. Algъn tiempo despuйs, fundу su propia ferreterнa, almacйn de venta de herramientas, armas, esponjas y artнculos diversos. Un limpiabotas que iba a visitarlo todas las maсanas se hizo amigo suyo, al igual que otro empleado. Mi padre les confiу el negocio en comandita y regresу a Espaсa con una pequeсa fortuna poco antes de la independencia de Cuba. (Independencia que en Espaсa se acogiу con indiferencia. Aquel dнa la gente fue a los toros como si nada).
A su regreso a Calanda, a los cuarenta y tres aсos, mi padre se casу con una muchacha de dieciocho, mi madre, comprу muchas tierras y mandу construir la casa y La Torre.
Yo fui el primogйnito, concebido durante un viaje a Parнs, en el hotel “Ronceray”, cerca de Richelieu-Drouot. Tuve cuatro hermanas y dos hermanos. El mayor de mis dos hermanos, Leonardo, que era radiуlogo t vivнa en Zaragoza, falleciу en 1980. Alfonso, el otro, quince aсos mбs joven que yo y arquitecto, muriу en 1961cuando yo rodaba Viridiana. Mi hermana Alicia muriу en 1977. Quedamos cuatro. Mis otras hermanas, Conchita, Margarita y Marнa estбn bien vivas.
Desde los нberos y los romanos – Calanda fue un poblado romano – hasta los visigodos y los бrabes, se han sucedido tantas invasiones sobre el suelo de Espaсa que hoy existe una mezcla de sangres muy diversas. En el siglo XV no habнa en Calanda mбs que una familia de cristianos viejos. Todas los demбs eran moriscas. En una misma familia pueden darse tipos muy distintos. Por ejemplo, mi hermana Conchita podнa pasar por una guapa escandinava de pelo rubio y ojos azules, mientras que mi hermana Marнa, por el contrario, parecнa haberse escapado de un harйn.
Cuando mi padre regresу de Cuba quedaron en la isla sus dos socios. En 1912, viendo acercarse una guerra en Europa, decidiу volver a Cuba. Yo recuerdo los rezos que hacнamos en familia todas las noches “para que papб tenga buen viajes”. Sus dos socios se negaron a dejarle entrar en el negocio, y mi padre regresу a Espaсa muy dolido. Gracias a la guerra, sin antiguos socios ganaron millones de dуlares. Varios aсos despuйs, uno de ellos, paseando en coche descubierto por la Castellana de Madrid, se cruzу con mi padre. No intercambiaron ni una palabra, ni un saludo.
Mi padre medнa un metro setenta y cuatro, era de complexiуn robusta y tenнa los ojos verdes. Era hombre severo, pero muy bueno y perdonaba pronto.
En 1900, cuatro meses escasos despuйs de mi nacimiento, mi padre, que empezaba a aburrirse en Calanda, decidiу mudarse con su familia a Zaragoza. Mis padres se instalaron en un piso enorme, una antigua capitanнa general que ocupaba toda una planta de una casa de tipo burguйs, hoy desaparecida, y tenнa nada menos que diez balcones. Aparte las vacaciones que pasбbamos en Calanda y, despuйs, en San Sebastiбn, en aquel piso vivн hasta 1917 en que, terminado el bachillerato, me trasladй a Madrid.
La antigua ciudad Zaragoza fue destruida casi por completo durante los dos sitios a que la sometieron las tropas de Napoleуn. En 1900, Zaragoza, capital de Aragуn, con una poblaciуn de unos cien mil habitantes, era una ciudad apacible y ordenada. Pese a la existencia de una fбbrica de vagones de ferrocarril, no se habнa producido todavнa ni la menor agitaciуn obrera en la que los anarquistas llamarнan un dнa “perla del sindicalismo”. Las primeras huelgas y manifestaciones que conociу Espaсa se produjeron en Barcelona en 1909, y tuvieron como consecuencia el fusilamiento del anarquista Ferrer (quien, por cierto, y no sй por quй, tiene una estatua en Bruselas). Zaragoza se vio afectada algъn tiempo despuйs y especialmente en 1917, en que se organizу la primera gran huelga socialista de Espaсa.
Ciudad tranquila y llana, en la que los coches de caballos se cruzaban ya con los primeros tranvнas. El centro de los paseos estaba asfaltado, pero las calzadas se convertнan en un barrizal intransitable cuando llovнa. Muchas campanas de la ciudad doblaban desde las ocho de la noche hasta las ocho de la maсana siguiente. “Una pobre mujer se desmaya y muere atropellada por un coche de punto.” Este tipo de noticias aparecнa en los periуdicos en grandes titulares. Hasta que estallу la guerra de 1914, el mundo parecнa un lugar inmenso y lejano, sacudido por unos acontecimientos que nos afectaban, que apenas nos interesaban y que llegaban hasta nosotros muy amortiguados. Por ejemplo, yo me enterй de la guerra ruso-japonesa de 1905 por los cromos del chocolate. Al igual que la mayorнa de los niсos de mi edad, yo tenнa un бlbum que olнa a chocolate. Durante los trece o catorce primeros aсos de mi vida, no vi ni a un negro ni a un asiбtico, salvo, quizбs, en el circo. Nuestro odio corporativo – hablo de niсos – se concentraba en los protestantes, por instigaciуn maligna de los jesuitas. En una ocasiуn, durante las fiestas del Pilar, llegamos a apedrear a un infeliz que vendнa Biblias a pocos cйntimos.
Pero, de antisemitismo, ni asomo. Esta forma de racismo no la descubrн sino mucho aсos despuйs, en Francia. Los espaсoles, en sus rezos y relatos de la Pasiуn, podнan llenar de insultos a los judнos que habнan perseguido a Cristo; pero nunca identificaron a aquellos judнos de antaсo con los que eran sus contemporбneos.
La seсora Covarrubias estaba considerada la persona mбs rica de Zaragoza. Se decнa que poseнa bienes por valor de seis millones de pesetas (a tнtulo de comparaciуn, la fortuna del conde Romanotes, el hombre mбs rico de Espaсa, se elevaba a cien millones de pesetas). En Zaragoza mi padre debнa de ocupar el tercer o cuarto puesto. En cierto momento en que el “Banco Hispano-Americano” tenнa dificultades de tesorerнa, mi padre puso su fortuna a disposiciуn de aquella entidad, lo cual, segъn se contaba en la familia, fue suficiente para evitar la quiebra.
Hablando con franqueza, mi padre no hacнa nada. Levantarse, desayuno, aseo personal, lectura cotidiana de la Prensa (costumbre que habнan llegado de La Habana, hacнa sus recados, de vez en cuando compraba vino o caviar y tomaba el aperitivo.
El paquetito de caviar, bien atado con un fino cordel, era lo mбs que mi padre llevaba en su mano. Asн lo exigнan las conveniencias sociales. Un hombre de su categorнa no podнa cargar con paquetes. Para eso estaban los criados. Asн tambiйn, cuando yo iba a casa de mi profesor de mъsica, la nurse que me acompaсaba llevaba el estuche del violнn. Por la tarde, despuйs del almuerzo y de la siesta de rigor, mi padre se cambiaba de ropa y se iba al casino. Allн jugaba al bridge o al tresillo con sus amigos, para esperar la hora de la cena.
Por la noche, de vez en cuando, mis padres iban al teatro. En Zaragoza habнa cuatro: el teatro “Principal”, que aъn existe, muy bonito, con muchos dorados, en el que mis padres ocupaban un palco de abono. Allн se daban representaciones de Opera, de teatro por alguna compaснa de gira o conciertos. Casi tanto empaque como йste tenнa el “Pignatelli”, hoy desaparecido. El “Parisina” era mбs frнvolo y estaba especializado, sobre todo, en la opereta. Habнa, por ъltimo, un circo, en el que a veces se presentaban tambiйn comedias y al que me llevaban con bastante frecuencia.
Uno de mis mejores recuerdos es la opereta de gran espectбculo inspirada en Los hijos del capitбn Grant, de Julio Verne. Tuve que ir a verla cinco o seis veces y nunca dejaba de impresionarme la caнda del gran cуndor sobre el escenario.
Uno de los grandes acontecimientos de la vida zaragozana fue la exhibiciуn del aviador francйs Vedrines. Por primera vez, se iba a ver volar a un hombre. Toda la cuidad se fue al lugar llamado Buena Vista, cubriendo toda la ladera de una colina. Desde allн vimos cуmo el aparato de Verdines se elevaba a unos veinte metros del suelo, entre los aplausos de la gente. A mн aquello no me interesaba excesivamente. Yo cazaba lagartijas y les cortaba el rabo, que seguнa retorciйndose entre las piedras unos momentos.
Desde muy joven, tuve gran aficiуn a las armas de fuego. A los catorce aсos apenas cumplidos, me habнa hecho con una pequeсa “Browning” que siempre llevaba encima, clandestinamente, por supuesto. Un dнa, mi madre sospechу algo y me obligу a levantar los brazos, me palpу el cuerpo y sintiу el bulto de la pistola. Yo me escapй rбpidamente, bajй corriendo la escalera hasta el patio de la casa y tirй la pistola al cubo de la basura…para recuperarla despuйs.
Otro dнa, estando yo sentado en un banco con un amigo, aparecen dos golfillos que se sientan en el mismo banco y empiezan a empujarnos hasta que mi amigo se cae al suelo. Yo me levanto y los amenazo con un correctivo. Uno de ellos saca una banderilla todavнa ensangrentada (entonces se podнan conseguir a la salida de las corridas) y me amenaza. Yo echo mano de la pistola y, en plena calle, les apunto. Inmediatamente, se calman.
Despuйs, cuando se marchaban, les pedн disculpas. A mн se me pasa pronto el enfado.
A veces, cogнa la pistola grande de mi padre y me iba al campo a hacer punterнa. A un amigo mнo que se llamaba Pelayo le pedнa que se pusiera con los brazos en cruz. Sosteniendo una manzana o una lata de conservas en cada mano. Que yo recuerde, nunca le di, ni a la manzana, ni a la mano.
Otra historia de aquel tiempo: a mis padres les regalaron una vajilla de Alemania (todavнa me parece estar viendo la enorme caja en que venнa). Cada pieza llevaba el retrato de mi madre. Despuйs, durante la guerra, aquella vajilla se rompiу y se extraviу. Varios aсos despuйs de la guerra, mi cuсada encontrу por casualidad un plato en un anticuario de Zaragoza. Lo comprу y me lo regalу. Aъn lo tengo.
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