La tarea

Algunos caracteres del alfabeto espaNol no han sido presentados en forma correcta por las causas ajenas a la voluntad del autOr.
Viazankin Guirin Serguei

La versiOn en ruso ha sido publicada en  N; 26-27-28-29, 2008, "Omonia", Grecia

LA TAREA

1

Pablo mirO por la ventana. Nubes plomizas cubrIan el cielo, comprimiendo con su peso la ciudad. PequeNas montaNas de nieve se fundIan en charcos turbias, derramAndose por todos lados. Una rama seca y nudosa, se agitaba por el peso de un cuervo que graznaba, hasta que por fin callO, agarrAndose bien. Un perro vagabundeaba alrededor de los cubos de basura, buscando comida al lado de un coche oxidado con los neumAticos deshinchados y hundidos en la nieve y la tierra.

Una puerta metAlica de un portal se cerrO con estrepito. Una vieja jorobada vestida de negro que llevaba una pesada bolsa en la mano, mirO a su alrededor recelosa mientras cruzaba lentamente la carretera.
Pablo echo las cortinas y mirO un pOster colgado en la pared: una isla de coral, brillante cielo azul, palmeras. Una mujer guapa en topless paseaba sonriendo por la arena dorada. “Ya estA, tengo que empezar a escribir”, pensO y suspirO tristemente.

El periOdico “VIa LActea” necesitaba urgentemente un relato con un argumento basado en la vida, y con final romAntico, bonito y feliz. Por desgracia, en los archivos no habIa nada parecido. La compaNera que solIa llevar estos temas estaba en casa con una fiebre altIsima. Pablo, que trabajaba de fotOgrafo en el periOdico, nunca habIa escrito nada parecido, pero no tenIa otra opciOn y habIa tenido que aceptarlo.

- De acuerdo, pero me gustarIa escribir en mi casa – habIa dicho a su jefe.
- Por mI, como si lo haces en la Luna – fue la respuesta, acompaNada de palmaditas en la espalda.

***

“!QuE fAcil es decir: “escriba!”. ?Pero de quiEn?”, Pablo dejO el ordenador y se dirigiO a la cocina. En la nevera sOlo habIa frIo. SacO una caja rota de galletas y soplO, con los ojos cerrados, la bandeja. Las migas que habIan quedado volaron por la cocina como copos de nieve. CerrO la puerta de una patada, y con una tetera en la mano abriO el grifo, por el que saliO un fino hilo de agua: el filtro debIa de estar sucio. TerminO de desayunar y se dio cuenta de que no le quedaba tabaco. Lo buscO por la habitaciOn como quien busca setas en un bosque. Enfadado lanzO los paquetes vacIos al cubo de la basura, se puso la cazadora y saliO. Cuando bajaba por la escalera del portal, notO que llevaba puestas las zapatillas de andar por casa y tuvo que volver.

Por la calle principal se acercO una simpAtica chica con una caja en las manos. Le regalO un paquete de chicles mientras repetIa muy rApido el texto de la promociOn, insistiendo en que comprase solamente esa marca de chicles. “EstarIa bien escribir el relato sobre ella”, pensO Pablo y se precipitO hacia el paso de cebra. Algunas personas cruzaban rApidamente la calle, mirando de reojo a los conductores de los vehIculos parados. La mujer que conducIa el tranvIa, sentada como en un trono, miraba pensativa a los peatones.

Pablo comprO los cigarrillos y regresO. Delante de El habIa un hombre, con un cartel que anunciaba una inmobiliaria, y promocionaba la venta de chalEs. Pablo mirO el anuncio y al tranvIa que se acercaba y de repente se decidiO: “!EscribirE el relato sobre la chica que conduce el tranvIa! Y se va a llamar MarIa. !Ah, no! En nuestra redacciOn tenemos una MarIa. A lo mejor le molesta. Entonces la llamarE Claudia. Este nombre no estA mal, y es bastante corriente”.

Se dirigiO a casa sintiendo que se habIa quitado un gran peso de encima.

2

En la pantalla del ordenador, se extendiO el lienzo nIveo de una nueva hoja. “Al principio voy a hacerla infeliz”, decidiO Pablo y con los dientes apretados empezO a teclear con fuerza. 
      
Ella era infeliz, muy infeliz. La vida le habIa jugado malas pasadas. Al terminar la universidad y adquirir la licenciatura de arqueOloga, que ya no necesitaba nadie, Claudia vio cOmo delante de ella se abrIan de par en par las inmensas puertas del desempleo. El futuro, que se aproximaba sin ninguna esperanza de mejora, resonaba dentro de ella con el eco de la tumba de TutankamOn…

«No – pensO -, mejor no poner nada sobre TutankamOn porque El muriO en accidente de trAfico, por caer de una carroza. AquI serIa mejor mencionar a Cleopatra.   

Claudia se daba cuenta, de que asI no escaparIa al destino de Cleopatra. Las serpientes de la depresiOn se deslizaban lentamente por su conciencia: ya no querIa vivir mAs. Estaba a punto de echarse a volar como un pAjaro de la azotea de su casa y precipitarse sobre este mundo falso y despreciable, de amonitas, que se creen dinosaurios. La vida no estarIa tan mal si no fuese por ese traidor, con quien ella llevaba ya tres meses compartiendo todas las dificultades de la vida de los estudiantes. La habIa dejado para irse con esa asquerosa vIbora, que sin duda jugarIa con El como con un peluche, y un buen dIa lo tirarIa al cubo de la basura. “Entonces El se arrastrarA a mis pies – pensO Claudia -. !Pero ya serA muy tarde!”. 
         
Pablo resoplO ruidosamente y anduvo, para desentumecerse, por la habitaciOn. Al repasar lo escrito, decidiO que Claudia ya era bastante infeliz, y que habIa llegado el momento, de alguna manera, de hacerla trabajar como conductora de tranvIas. Se le ocurrIan varias posibilidades, y se decidiO por una. SiguiO escribiendo:

Un dIa vino una amiga del colegio para pasar algъn tiempo con ella y tomar cafE.
- Escъchame Claudia, voy a hacer un curso para conducir tranvIas. ?Por quE no vamos juntas? Nos divertiremos un poco y te quitarAs los problemas de la cabeza durante un rato. El trabajo estA garantizado...

Claudia se lo pensO un momento, y contestO:
- Vale ?Y por quE no? – sonriO con tristeza –. Ya hace tiempo que encontraron los mamuts de Siberia, y hasta que se pongan a buscar mAs me puedo hacer vieja…

El tiempo pasO rApidamente. LlegO el otoNo. Las amigas terminaron el curso, aprobaron los exAmenes y enseguida encontraron un empleo. A Claudia le tocO trabajar por las tardes. No lo tenIa fAcil, por supuesto. Se cansaba mucho: las cosas de casa y el trabajo le ocupaban todo el tiempo. No tenIa vida privada.

“!Y cOmo va a tenerla! TendrIa que ir ella sola con su tranvIa directo al altar”, pensO Pablo. Al poner las manos de Claudia sobre “timOn” del tranvIa, decidiO que la parte social del relato ya la tenIa solucionada,  y con “sobresaliente”. Este aspecto ya no le importaba. Ahora necesitaba romanticismo: “?Y cOmo empiezo?” MirO distraIdo al pOster de la pared: “!Eso es! Voy a describir a Claudia y luego ya veremos”. Para no pensar mucho, le dio el aspecto de la mujer del pOster.

Claudia era muy guapa. Siempre llamaba atenciOn de los hombres, por su cuerpo esbelto, los ojos grandes de color azul marino, que miraban soNadores y su pelo espeso, caoba, brillante con reflejos rojos. 

“Vale, es suficiente. Pero si es tan guapa, entonces ?por quE la dejO su novio?”, Pablo se quedO pensativo. “!QuiEn sabe por quE! !Pude que no gusten las morenas!”. Hasta se enfadO con El. “?Y quE tienen de malo las morenas? !Vale, te vas a arrepentir!”

SintiO calor. EntrO en el cuarto de baNo, se lavO la cara y, se secO con la toalla, mirAndose al espejo. ArrugO el ceNo, enarcO la ceja izquierda y le dio a su cara, alargada y de nariz puntiaguda, una expresiOn algo burlesca. De repente su mirada se clavO en la colonia francesa que le habIan regalado sus compaNeros de trabajo por su cumpleaNos. “!Eureka!”, Pablo recordO haber leIdo que Cleopatra, para seducir a Marco Antonio, habIa impregnado las velas de su barco con perfume. VolviO al ordenador y siguiO escribiendo.

Una de las tardes, Claudia conducIa el tranvIa por la ruta habitual. De vez en cuando, por los altavoces, recordaba a los pasajeros que vendIa bonos de diez viajes. No habIa mucha gente. Un hombre, al pasar por el vagOn, vertiO discretamente colonia francesa muy cara. Los pasajeros empezaron a olfatear. Las mujeres sonrieron extasiadas. A Claudia de repente le pareciO que estaba en Francia. Por un instante se imaginO conduciendo el tranvIa por el Montmartre. Muy cerca brillaba, blanca, la catedral; por la plaza, mirando los cuadros de los pintores, paseaban sin prisa los turistas; un poco mas allA se extendIan los Campos ElIseos. Casi se pasa de parada. Otro hombre, al subir al tranvIa, refunfuNO algo y dijo gruNendo: “!Esto parece una droguerIa!”. Claudia se entristeciO.

“Bastante romAntico - pensO Pablo bostezando y sonriEndose –. ?Y quE mAs? Ya tenemos ParIs. Ni siquiera se nos ha olvidado la colonia francesa ?QuE mAs quieren las mujeres? ?Flores? ?Versos?  !Pero quizAs ya fuera demasiado! Estaba cansado y hambriento, asI que puso mъsica y caminO pesadamente hacIa la cocina.

3

DescubriO con alegrIa que no iba a tener que ir a la tienda, por haber encontrado unas cuantas patatas y un par de salchichas.

Se arremangO y empezO a preparar la comida. Mientras pelaba las patatas, en su cabeza daban vueltas las palabras y creaban rimas. EchO las patatas en el aceite caliente de la sartEn, se limpiO las manos y con un movimiento de cabeza se apartO el pelo, largo y fino, de la cara. Se precipitO al ordenador y escribiO unas cuantas lIneas. “AsI ya no se me olvida, a lo mejor esto sirve para algo”. Cuando hubo terminado de comer siguiO escribiendo.

Pasado un dIa el hombre que salpicaba todo de colonia, apareciO de nuevo por el tranvIa. En el cristal separador de la cabina donde se sentaba Claudia, pegO una hoja de papel que decIa: “!Para informaciOn de los pasajeros! Los bonos de diez viajes se puede comprar aquI”. Nadie prestO atenciOn ni al hombre ni al anuncio: tampoco notaron que el texto al dorso era diferente”.

El tranvIa llegO a la ъltima parada y se detuvo. Claudia vio, al bajar, la hoja que estaba adherida en el cristal. Se acerco y la leyO. !Era una poesIa!

Cuando el tranvIa se aleje de prisa, adelantando los coches,
Yo estarE siempre contigo todos los dIas y todas las noches.
Dentro de cien aNos, un dIa primaveral, la gente mirarA con celo,
Como nosotros en el tranvIa, despegamos hacIa cielo.

Claudia  se quedo hechizada.

Al brillar con la poesIa, Pablo sintiO de repente el impulso de romanticismo.

AnochecIa. El tranvIa, que en las paradas hacIa tintinear su campanilla, se deslizaba suavemente por los raIles, que parecIan estar al rojo vivo por los reflejos de los rayos del sol.

SonO el telEfono.
- Hola, Pablo – era una compaNera de trabajo -, el jefe me pregunta quE tal estAs, si sale algo. ?De quiEn estAs escribiendo?
- Hola, escribo sobre una conductora de tranvIas.
- ?Aaaah!
- Es una chica que conduce un tranvIa.
- ?Se lo digo?
- SI, por que no.
- Vale, pues hasta luego, que te salga bien.
- Venga, gracias, chao.

4

El humor romAntico se evaporO sin dejar huellas. “!Que no se me olviden las flores!”.
 
SubiO el vagOn un hombre joven con un ramo de flores.

“Por ejemplo, orquIdeas”.

Por favor, deme un bono de diez.

“Espera. El hombre tiene que ser rico: las mujeres no se fijan los pobres”.

SubiO al vagOn un hombre joven con un ramo de orquIdeas.
- Me da por favor veinte bonos de diez.
Claudia, que durante todo el dIa no habIa vendido ni uno, lo mirO con la boca abierta. “!QuE hombre mAs guapo! !Y esas orquIdeas! – pensO ella.
El hombre pagO. Con unos dientes muy blancos separO un bono del taco y con la mano libre, de un brazo musculoso lo pasO por la mAquina y ocupO el asiento del medio.

La oscuridad paralizaba la ciudad. El tranvIa corrIa velozmente por un barrio en obras. Las sombras de las casas aъn por terminar, frIas figuras geomEtricas, estaban tendidas sobre la tierra como grandes bloques derribados por la luz de la luna. Los huecos negros de las ventanas, despedIan con sus miradas ciegas al tranvIa que se deslizaba por un descampado.

A lo lejos la luz del tranvIa iluminO a alguien, que movIa los brazos. El tranvIa se parO a unos cuantos metros del hombre, que seNalaba enErgicamente un automOvil, desde la puerta abierta del cual colgaba la cabeza de alguien.

Claudia abriO la puerta delantera. El muchacho le explicO que en el coche estaba su amigo, que iba conduciendo y de repente se habIa sentido muy mal. Con dificultad habIa llegado hasta los raIles y luego habIa perdiO el conocimiento. Claudia cogiO la linterna, la bolsa del botiquIn, y rApidamente se acercO al coche. Con la cabeza echada hacia atrAs, y los ojos en blanco, el conductor respiraba con dificultad, la mitad del cuerpo sobresalIa por la puerta del coche. Claudia gritO al muchacho que habIa parado el tranvIa: “!Que alguien me ayude a sacarlo del coche!”. El hombre que habIa subido al vagOn, estaba de espaldas y ni siquiera se dio la vuelta. Claudia dio un paso hacia el tranvIa y lo llamO. De repente, alguien le tapO la boca, apretAndola como una mordaza mientas con la otra la cogIa por la cintura.

- !Tranquila, chica! Si eres lista, no te pasarA nada – a su espalda sonO una voz opaca - !Sube al vagOn!

El hombre, que habIa parado el tranvIa, estaba al lado de la cabina y con una pistola le indicO el camino. Al subir, Claudia se dio la vuelta y mirO el automOvil: dentro ya no habIa nadie. El hombre que le tapaba la boca se sonriO. “!Menudo farsante!”, susurrO Claudia.   

Cuando pasaba al lado de los pasajeros, que parecIan hipnotizados por el caNOn de la pistola, la mirada de Claudia se tropezO con los ojos azules del chico con las orquIdeas.
- No temas, seguro que todo saldrA bien – dijo El, con un susurro.
- !TU, el de las flores! !CAllate! – el muchacho de la pistola moviO la cabeza, haciendo crujir las vErtebras del cuello, y se acercO al de las orquIdeas. AlzO la ceja izquierda, lo mirO amenazador con sus ojos negros, mostrO los dientes y aNadiO:
- Si eres tan valiente empezaremos por ti. !Saca de los bolsillos todo lo que tengas, y mEtelo en la bolsa, que te voy a dar!
Una mujer, en cuya mano brillaban dos anillos de diamantes, exhalO un “!Ay!” y empezO a deslizarse por su asiento, desmayada.
- !Sin histerias! –gritO el hombre que estaba al lado de la puerta.

El de la pistola metiO la mano en el bolsillo, para sacar la bolsa. El muchacho de las orquIdeas, seguIa con atenciOn sus movimientos. PercibiO que era un buen momento para atacar, asI tirO las orquIdeas, sujetO la mano que sostenIa la pistola y con fuerza la golpeO con el reposabrazos del asiento. Los dedos se abrieron y la pistola cayO al suelo. El atracador, ya desarmado, recibiO un fuerte golpe en el pecho, se doblO, y con la cara azulada cayO hacia un lado. 

El otro, que estaba en la puerta, rugiO y empezO a lanzar un cuchillo. Los pasajeros, con los ojos como platos por el estremecimiento, tiritaban, pegAndose unos a otros contra los bordes de tranvIa. SonO un crujido. El otro atracador se ahogO en su un grito salvaje y se cayO al suelo.    

Al haber dotado al muchacho con formidables capacidades de lucha y una gran porciOn de heroIsmo,  Pablo se recostO en el asiento, satisfecho. “Es la hora de presentarlos”, decidiO.

- ?COmo te llamas? – preguntO Claudia, acercAndose a El con admiraciOn.   
- NicolAs. ?Y tU?
- Claudia.

NicolAs recogiO unas cuantas orquIdeas y se las dio. Los pasajeros empezaron a aplaudir.
Varios hombres, con una cuerda, se acercaron a los atracadores vencidos.
- No – dijo NicolAs -, no vamos a colgarles.
- ?Pero quE dices? – indignO uno de los pasajeros -. !Nadie piensa colgarles!
 - Vale, pues vamos a atarles de manos y piernas.

SonO el telEfono. Otra vez llamarOn de trabajo.
- EscUchame, Pablo. El jefe quiere saber si maNana vas a venir a trabajar o no.
- Si termino de escribir hoy, sI. ?Pasa algo?
- No, no, todo va bien. Solo quiero saber eso. Hasta luego, entonces.

- Tengo que avisar al control sobre lo que habIa ocurrido, - Claudia entrO en la cabina.
Pasados unos cuantos minutos, otro tranvIa se acercO y se parO detrAs. En ese momento en el horizonte aparecieron, parpadeando, varias luces rojas y azules. ParecIa que se acercaba un aviOn que iba a aterrizar. Sonidos de sirenas, cada vez mAs fuertes, rompieron el silencio. Dos coches de policIa y uno de ambulancia, entre una nube de polvo, se pararon cerca de los tranvIas. Se acallaron las sirenas. SonO una voz, amplificada por megafonIa:

“!Todos los pasajeros por favor salgan urgentemente del tranvIa, y apArtense a una distancia segura!”

En el segundo tranvIa, estallO el pAnico: la gente salIa en estampida del vagOn y corrIa por el descampado. Algunos saltaban del vagOn, caIan, pero enseguida se levantaban y, cojeando, se perdIan rApidamente en la oscuridad.  Los pasajeros del primer tranvIa, mucho mAs disciplinados, bajaron del vagOn, y tranquilamente se alejaron de El.
- Algo va mal - dijo un policIa, el jefe del grupo.
- SI - contestaron los demAs.

Claudia, con las flores en la mano, se acercO rApidamente a la luz del coche de policIa.
- ?QuiEn cumple aNos? – preguntO el jefe.
 - Yo los cumplI ayer – contesto extraNado uno del grupo –. Ya lo hemos celebrado. ?No te acuerdas?
- Entonces te toca salir del coche.
- !Pero fue ayer!
- !Vaya juventud! ?QuE pasa, tengo que salir yo?
-!A los ordenes! – el joven de recordO de repente que estaba de servicio; bajO del coche y corriO hacia Claudia.

El telEfono sonaba repetidamente. Pablo, con los ojos clavados en el monitor, alargO la mano hacia El. Era una amiga.
- Hola, Pablo. Soy yo. ?QuE tal estAs?
- Bien. ?Desde dOnde llamas?
- Desde casa.
- ?Ya has vuelto del trabajo?
- SI, claro. ?Has visto quE hora es? - se sorprendiO ella - . ?Quedamos hoy? ?QuE planes tienes?
- No, hoy no puedo, tengo que terminar un trabajo. Mejor maNana. ?Vale?
- Vale, entonces hasta maNana.

Pablo, se estirO, leyO las ъltimas frases, y de repente se dio cuenta de que el relato que deberIa ser romAntico, habIa sufrido una metamorfosis y amenazaba con salirse de los lImites impuestos de palabras y espacios, que habIan exigido.

- !Vaya con los tortolitos! – dijo el jefe del grupo, mientras bajaba la ventanilla y miraba a la pareja, que se acercaba.

El transmisor comenzO a sisear. Pronto se abrieron las puertas de los coches de policIa y el grupo se precipitO velozmente hacia el primer tranvIa.
El atracador, que parecIa un oso, los mirO, sombrIamente, y dijo:
- !Ya estA! !Somos hombres muertos!
Su compaNero bajO la cabeza y empezO a hacer pucheros.

“Ahora tengo que inventarme un final bonito”, pensO Pablo.

Un aNo despuEs un “Ferrari” amarillo se paraba en el aparcamiento del aeropuerto.

- Quiero dejar mi coche aquI dos semanas - dijo NicolAs.
- No hay ningъn problema - contestO el empleado.
- ?QuE, Claudia, nos vamos? – NicolAs sacO dos maletas del maletero.
Un mozo con un carro se acercO a ellos en seguida y se ofreciO, servicial:
- PermItanme que les eche una mano con el equipaje.
- SI, claro - respondiO NicolAs -, gracias.
Claudia miraba al mozo con los ojos desmesuradamente abiertos.

El chico tirO las maletas al carro y se precipitO a la sala de espera del aeropuerto.
-!Oye, tampoco hay tanta prisa! – le gritO NicolAs.

“Los deportistas que se dirigen a las carreras de ParIs, facturan por favor su equipaje en el mostrador nъmero tres”.

- Lleva el equipaje al mostrador nъmero tres – dijo NicolAs al mozo -. Claudia, estoy seguro, de que te va a gustar ParIs – NicolAs la besO. En este momento alguien le llamO. PagO al mozo y le pidiO a Claudia que le esperase allI un momento.
El mozo la mirO y se quedO perplejo al reconocerla:
- ?Claudia, eres tъ?
- SI, soy yo.
- ?QuiEn es este hombre?
- Mi marido. ?Y tъ, ya estAs casado?
- No.
- ?QuE tal estA esa amiga tuya? – “La vIbora”, pensO por sI.
- No lo sE...
Estuvieron callados un momento.
- Tengo que irme - por fin, El exprimiO las palabras  –. !Que tengas buen viaje!
- Gracias.

Claudia le siguiO con la mirada. !COmo habIa esperado este encuentro! QuE extraNo: ahora no sentIa nada, excepto lAstima por El.

De repente se dio cuenta de que las maletas habIan desaparecido. MirO alrededor, nerviosa, y vio a un hombre, que corrIa hacia la salida con ellas. Claudia, seNalAndolo con la mano, grito:
- !NicolAs! !Nuestras maletas!
NicolAs, sin pensar ni un segundo, corriO a recuperar el equipaje...

Pablo dejO de escribir de pronto. NotO que se estaba pasando, le habIan pedido un relato con un final romAntico. BorrO el ъltimo pArrafo.
 
***

Al dIa siguiente se presentO en la redacciOn.
- ?QuE tal? ?Lo has escrito? – le preguntO el jefe.
- SI, ya estA - contestO Pablo y dejO sobre la mesa un disco.
SonO el telEfono. El jefe le dijo, mientras descolgaba, que le llamarIa mAs tarde:
Pablo bajO al comedor. De una de las mAquinas se sirviO un vaso de tE y de otra extrajo un par de bollos. Quince minutos despuEs subiO al departamento. Desde la puerta abierta del jefe de prensa le miraban varios ojos redondos. Pablo comprendiO que no tardarAn mucho en juzgarle. Y asI fue.
- Escъchame, Pablo, hemos leIdo tu relato. ?Si no tienes nada en contra, mejor quitamos el dinosaurio, los amonitas y lo del mamut? ?Vale? – ofreciO el jefe.
“!La censura! ?ServirIa de algo que yo tuviera algo en contra?”, Pablo incluso se sintiO orgulloso de su obra. No contestO nada, apenas alzO la cabeza.
El jefe mirO atentamente a los demAs. Se hizo el silencio en el despacho.
- Vale, de acuerdo, lo dejamos todo como estA.
 
***

El relato “Claudia” apareciO en el periOdico en el dIa siguiente. En la redacciOn no dejaban de sonar los telEfonos. Mucha gente preguntaba: “?Es verdad que desde hoy los bonos  del tranvIa valen para entrar al museo arqueolOgico?”

Un dIa, Pablo subiO el tranvIa y pidiO un bono de diez. La conductora le mirO seriamente y preguntO: “?No te harAn falta veinte bonos de diez?”

Pablo comprendiO que habrA hecho famoso y tendrIa que aprender a llevar la pesada carga de la gloria.

6

Pasaron dos meses. LlegO la primavera.
Pablo abriO la ventana y asomO la cabeza. De las ramas del Arbol lleno de flores salieron volando, asustados unos gorriones que piaban ruidosamente. Abajo, donde en invierno habIan estado los cubos de basura y el viejo coche abandonado, ahora se encontraba un parque infantil, con columpios, arena y un bonito tranvIa de madera.

ZumbO el telEfono: llamaba el jefe de prensa.
- Pablo, ha pasado algo en el parque. ?Te importarIa echar un vistazo?
- Vale. PasarE por allI.
- Entonces, hasta luego.
- Hasta luego.
“!Vaya! ni siquiera los fines de semana me dejan en paz” – gruNO Pablo. Pero esto no significaba, que El no quisiera ir al parque.

Febrero de 2002
Pinto (Madrid)


Рецензии
Здорово! Тем более, что на "родном" испанском!Спасибо. Приятно удивил!

Светлана Дион   14.06.2013 03:03     Заявить о нарушении
Спасибо, Света! Рад, что доставил тебе несколько приятных минут.

Сергей Вязанкин   14.06.2013 16:13   Заявить о нарушении